domingo, 25 de abril de 2010

"EL ENTRAÑABLE TINTINEO"



Esta entrada, se la dedico a Melek y a Mari, por compartir unos momentos llenos de magia e inspiración.

(En comentarios, encontraréis un pequeño relato que surgió de la nada, para llenarnos de emoción).

jueves, 22 de abril de 2010

Un sueño, hecho realidad...



Desde pequeño, siempre hubieron dos tipos de escaparates que siempre llamaron mi atención, los de las joyerías y los de las librerías. Siempre quedaba embobado con ellos. Con el tiempo, sin saber tampoco los motivos, las joyerías fueron quedando atrás dejando paso unicamente a los de las venta de libros. En mis paseos por Sevilla, entrar en una librería, aunque no siempre sea para comprar, me encanta. Ahora, ver esta imagen, soñada en infinidad de ocasiones, es un motivo grandioso de satisfacción personal. Ahí está humildemente descansando y exhibiendose "La Mácula Púrpura", junto a los grandes autores que venden por cientos de miles sus ejemplares.

sábado, 3 de abril de 2010

"EL CABALLERO OFERENTE"

“…Las sonoras campanadas del antiguo reloj, ubicado junto al rococó escritorio del formidable salón de estar, hicieron retumbar los fornidos muros del pasillo cuando marcaron con rigurosidad las cuatro de la mañana, mientras que Saúl Carvalledo, bajaba las escaleras del antiguo y reformado parador de Escaterma. El silencio reinante, se entremezclaba a medida que descendía con un frío que entumecía sin escrúpulos sus articulaciones dejando muy atrás la agradable temperatura que reinaba en el interior de su habitación.

Al llegar al descansillo, oyó con nitidez el tintineó de unas cucharillas sobre unas tazas. La copiosa cena despachada en un famoso asador de la villa, no le dejaban conciliar el sueño. La familia dormía y el resto de los huéspedes también parecían haber caído rendidos a los brazos de Morfeo.

A medida que avanzaba hacia la recepción del establecimiento, la decoración visible entre la penumbra se le antojaba diferente a la que había admirado a plena luz del día. Un tremendo olor a humedad comenzaba hacerse irrespirable, y el bao procedente de su boca dibujaba siluetas en el aire, confirmando la frialdad compartida en las zonas nobles del edificio.

Al llegar, la tenue luz de una pequeña lamparilla en el mostrador, anunciaba con su soledad la falta de presencia en aquél lugar de la persona encargada de atender a su reclamo. Volviendo sobre sus propios pasos, se dirigió hacia el salón, guiado por el recuerdo del soniquete de las cucharillas, pero tampoco halló a nadie.

Encogido, frotaba sus manos buscando algo de calor al tiempo que el estomago parecía quemarle por dentro. Al volverse de nuevo hacia las escaleras, le sorprendió ver marcadas sus pisadas en el suelo entre todo un abismo de polvo que no advirtió al bajar.

El miedo, comenzó hacer su juego, y el corazón de Saúl, parecía latir con ausencia de ritmo. A lo lejos… la extraña silueta de un grupo de jóvenes, se acercaba amenazante hacia él paralizando sus extremidades hasta que por fin consiguió alcanzar el primero de los peldaños de la escalera de madera que tras él parecían petrificarse a su paso.

El rumor de aquellos desconocidos que había divisado a lo lejos, poco a poco, se fue convirtiendo en clamor, y con dificultad llegó hasta la puerta de su habitación. Intentando tirar del picaporte, las pisotadas se hacían omnipresentes y la imposibilidad de flanquear la puerta le anudaban la garganta dejándolo sin respiración.

Apostado en el rincón del pasillo, pareció encontrar un lugar en el que pasar desapercibido ante la amenaza insistente de aquellos desconocidos quedándose inmóvil. Sus extremidades, no respondían. La luz de un nuevo amanecer, comenzó de la nada a rebosar por los viejos ventanales a raudales, y una voz conocida parecía entablar conversación con unos señores bien pertrechados frente a él.

- No resulta curiosa su observación caballero.-aseveraba.- El Caballero Oferente, por su pose ante el escultor, es ni más ni menos que Don Saúl Carvalledo de Dos Campos, señor de Róeles y fiel servidor de su Majestad.-añadía el conserje, con voz intrigante en su discurso.- Fue el dueño y señor de Escaterma. Y el reconvertido parador fue en su día su palacete. Dice la leyenda popular que jamás se le dio entierro, y sin que sirva para meterles miedo. Nadie lo vio tampoco abandonar este lugar…”